La nueva Casa de la Hermandad de los Gitanos nos sugería la materialización de un edificio “cofre” que reservara en su interior sus tesoros más preciados. Una “caja” sólida con una envolvente pétrea y noble, protectora de su contenido interior, y perforada por pequeños huecos que recuerdan a las “aspilleras” de las murallas colindantes, o quizá a la presencia de una medianera ahora transformada por la aparición en su inmediatez de un nuevo espacio libre urbano. A través de estas perforaciones, durante el día penetra hacia el interior del “cofre” una luz polvorienta y mística, que pretende simbolizar la Luz de Dios como único elemento capaz de traspasar las sólidas e inflanqueables paredes de la Casa Hermandad e inundarla de Fé Divina. Del mismo modo, durante la noche el edificio emana hacia el exterior la luz de la Hermandad, que dota a su entorno impersonal inmediato de simbolismo y atracción hacia el camino del Señor.